Alcanzar la paz( Estoicismo )

 


 

Incorporando el estoicismo ciertos aspectos ascéticos del pi- tagorismo y del platonismo, no es de extrañar que también conci- ba la filosofía como una terapia para afrontar el sufrimiento del hombre con el fin de restablecer su equilibrio espiritual, es decir, la paz interior. En última instancia, toda reflexión, todo estudio de la naturaleza, por muy elevado que sea, ha de perseguir el equilibrio espiritual del hombre, porque “el único fruto a extraer del conocimiento de los fenómenos celestes es la paz del alma” (Epicuro, Carta a Pitocles 85).






 

Para los del pórtico, la filosofía proporciona un conocimiento teórico y práctico para interpretar el mundo, encontrar nuestro si- tio y relacionarnos con el Creador. La finalidad de todo ello es, en suma, alcanzar un estado de paz o felicidad que es calificada como serenidad de espíritu (ataraxia), libertad interior (autar- keia), ausencia total de pasiones (apatheia), etc. Alcanzada esa paz; “Ahora no puede sucederme ningún mal. Para no hay la- drones ni terremotos, todo está lleno de paz y serenidad: ningún camino, ninguna ciudad, ningún compañero de viaje, vecino o asociado pueden hacerme daño. Otro se preocupa de proporcio-


narme el alimento, el vestido, las sensaciones y las prenociones. Y cuando ya no provee lo necesario, él da la señal de retirada, abre la puerta y te dice: «Ven». ¿Adónde? Hacia nada temible, hacia aquello de lo que naciste, hacia aquellas realidades a las  que estás vinculado por la amistad y el parentesco, hacia los ele- mentos. Cuanto hay en ti de fuego volverá al fuego; cuanto hay de tierra, a la tierra; cuanto hay de pneuma, al pneuma; cuanto hay de agua, al agua. No hay Hades, ni Aqueronte, ni Cocito, ni Piriflegetonte” (Epícteto, Disertaciones, III, 13, 13-16).

 

A tal fin, el estoicismo heredó y adaptó un conjunto de ejer- cicios ascéticos practicados desde hacía siglos. Precisemos que la palabra «ejercicio» traduce el griego askesis o melete que signifi- ca actividad interior, y está muy alejada del sentido de abstinen- cia o renuncia que se le da modernamente. Por tanto, la ascesis o los ejercicios espirituales consisten en un método para favorecer la introspección necesaria para obtener el control de sí mismo, es decir, la paz. Paradójicamente, muchos buscadores espirituales suponen que para encontrar la paz es necesaria una vida retirada, sin darse cuenta de que no deben depositar sus esperanzas en acontecimientos externos sino en una adecuada actitud introspec- tiva; “se buscan las apacibles soledades del campo, la orilla del mar, las serenas montañas. también deseas con frecuencia to- do eso. Y, sin embargo, todo eso no es sino una prueba de vulga- ridad de espíritu, ya que en cualquier momento que elijamos po- demos buscar un retiro incomparable dentro de nosotros mismos” (Marco Aurelio, Meditaciones, IV, 3).

 

¿Podemos averiguar cual era el método de los estoicos? Disponemos de alguna obra reciente que tiene el mérito de haber llamado la atención sobre esta difícil cuestión242. La conclusión  es que los estoicos disponían de un método articulado a través de diversas prácticas heredadas de la antigüedad. Por Filón de Ale- jandría conocemos algunos de esos ejercicios243 y su secuencia casi diaria: La práctica comienza con el estudio de un tema (zete- sis), su análisis en profundidad (skepsis), la lectura, en su caso, de


242 Ese es precisamente el objetivo de la obra de Pierre Hadot, Ejercicios espiri- tuales y filosofía antigua, Madrid, 2006.

243 Filón, Quis rerum dev. heres, § 253.


textos alusivos, la escucha (akroasis). Todo ello ha de ir apareja- do del cultivo de una persistente atención (prosoche) que desarro- lle el dominio de uno mismo (enkrateia) y la indiferencia hacia los reclamos del mundo244. Otro de los ejercicios estoicos here- dados de los pitagóricos es el examen de conciencia antes de dormir; “No dejes que el sueño se apodere de tus ojos cansados antes de haber examinado cada una de tus acciones del día: pre- gúntate ¿En qué me he equivocado? ¿Qué he hecho? ¿Qué obli- gación he dejado de cumplir? Empieza por ahí y prosigue; y, lue- go, censura el mal que hayas hecho y alégrate del bien”245. Séne- ca lo consideraba uno de los ejercicios más fructíferos y potentes; “¿Hay algo más bello, pues, que esta costumbre de analizar el día entero? ¡Cómo es el sueño que sigue a este examen de uno mis- mo: qué tranquilo, qué profundo y libre, cuando el alma ha reci- bido elogios o amonestaciones y, observador y censor secreto de misma, ha tomado conciencia de sus propios hábitos! Yo hago uso de esta facultad y cada día defiendo mi causa ante mis- mo… Pues ¿por qué iba a temer alguno de mis extravíos, si pue- do decir: «He de no volver a hacer eso, esta vez te perdono” (Sé- neca, De ira, III, XXXVI).

 

La ascesis mental debía ir acompañada de una ascesis física que ayudara a disciplinar las tendencias innatas del cuerpo. De entre ellas, la más efectiva era el ayuno; “Ejercítate a veces a vi- vir como un enfermo, para poder vivir un día como una persona sana. Ayuna, bebe agua; abstente alguna vez por completo en vez de desear, para poder tener un día deseos conformes a la razón” (Epícteto, Disertaciones, III, 13, 20-21). A través de la disciplina corporal se fortalecía la voluntad y, con esta, la capacidad de re- flexión y auto-análisis para descubrir las contínuas trampas que nos presenta la psiquis y la mente que se resisten a ser regidas por el espíritu.

 

La meditación reflexiva era una de las prácticas preferidas de los estoicos. De hecho, los estoicos fueron verdaderos maestros  es escoger un tema concreto y analizarlo hasta extraerle el mayor provecho posible. El título y lectura de algunos tratados de Plu-


244 Filón, Leg. Alleg., III, §18.

245 Versos dorados, atribuidos a Pitágoras, 40-44


tarco o de Séneca nos dan una idea cabal de la manera de enfocar este tipo de ejercicios: Del control de la cólera, De la tranquili- dad del alma, Del amor fraterno, Del amor a los niños, De las habladurías, De la curiosidad, Del amor a las riquezas, De la falsa humildad, De la envidia y el odio, De la cólera, De las bue- nas acciones, De la tranquilidad del alma, De la brevedad de la vida, De la ociosidad

 

Para afrontar con entereza la rutina diaria y aprovechar el tiempo al máximo, los estoicos recurrían a la práctica de memori- zar (mneme) aforismos, sentencias, apotegmas o reglas  vitales que repetían mentalmente de manera incesante hasta impregnarse de ellas246. Con tales prácticas el estoico se preparaba para afron- tar con entereza reveses de la vida tales como la enfermedad, el sufrimiento, la muerte, etc.

 

En nuestros tiempos, un libro reciente ha desarrollado la me- ditación estoica con fines terapéuticos247. Su punto de partida es el Enquiridion o Manual del filósofo estoico Epícteto, resumiento su pensamiento en tres frases:

 

-  “Lo que nos perturba no es lo que me ocurre, sino nuestros pensamientos sobre lo que nos ocurre” (Epícteto, Manual, 5).

 

-   “Nada externo puede perturbarnos. Solo sufrimos cuando queremos que las cosas sean diferentes de como son” (Epícteto, Manual, 5).

 

-  “Nadie tiene el poder de herirte. Lo único que puede herirte son tus propios pensamientos sobre las acciones de alguien” (Epícteto, Manual, 20).

 

Basándose en sus propias experiencias personales y en la de sus pacientes la autora muestra cómo las tensiones internas se originan en nuestras discusiones con lo que es, mostrando que la ansiedad y el sufrimiento se origina por el apego a un pensamien-


246 Séneca, De benef., VII, 2, 1-2; Epícteto, III, 3, 14-16.

247 Byron Katie, Amar lo que Es, Madrid, 2002.


to falso. Y aunque la meditación revele que no se puede cambiar lo que ya ha sucedido, ello no implica que haya que aprobarlo o tolerarlo, sino que debe ser aceptado sin resistencia ni lucha inte- rior. Nadie quiere el dolor, el hambre, el miedo, las guerras, etc. Pero lo cierto es que el sufrimiento no lo originan nuestros pen- samientos en sí sino nuestro apego, el darles crédito sin analizar- los. En suma, la inquietud sobreviene cuando creemos que somos o nos pasa lo que los pensamientos dicen que somos o nos pasa. De esta manera damos crédito a las secuencias de pensamientos que recrean constantemente nuestra pequeña historia personal so- bre la base de recuerdos y expectativas de futuro, es decir, sobre cómo deberían ser las cosas o por qué no son así. Así, las secuen- cias pequeñas de pensamientos generan otras historias más gran- des que a su vez generan teorías sobre la vida, la muerte, el mie- do, el destino, la libertad, el mundo, el universo, etc. Por eso, la depresión, el sufrimiento, el miedo, cualquier problema... son oportunidades para examinar nuestro pensamiento y descubrir hasta qué punto estamos viviendo una historia que no es cierta. En suma, hay que deconstruir los pensamientos mediante la cons- tante discriminación o autoindagación.

 

 

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